miércoles, 11 de enero de 2017

La llamada




Sostenía su cigarrillo mientras deslizaba frenéticamente los dedos sobre el control. Sin despegar la vista de su lujosa y hermosa pantalla, contestó la llamada.

—Si diga—

...
—Tenemos a Beto—

Su corazón se paralizó por un momento (o es lo que él pensó). No tanto por la rispidez de aquella voz, si no por lo desconocida, sombría e intimidante. Además y sobre todo “¡Quién pitos era Beto!"


—Con quién desea hablar?—
—Mira, hijo de la chin-ga-da, Tenemos a Beto y si no te mochas, mi chingón, nos lo tronamos, cómo ves puto—

Sintió cómo su corazón bombeaba de forma distinta y sus membranas celulares se pinchaban hasta inflamarse de adrenalina. En milésimas partes de microsegundos su sistema nervioso hizo un esfuerzo superconsciente y documental, concluyendo finalmente que no conocía a ningún beto.

—!Número equivocado!— espetó indignado y un tanto alterado. “¿Quién es este pendejo?”

Finalmente y sintiendo un bajón repentino suspiró. Casi se deshace del smartphone galaxy Alpha, cuando una idea se hizo de su mente “¿y si beto existe?¿Qué tal si olvidó el número celular de su casa? No, no, el secuestrador debe contar con el número correcto de contacto”.

Como sea, recalculó la situación y continuó buscando esa nueva serie que lo saciara por una noche más (como si de un buen chute de café se tratara). Un impulso casi enfermo y definitivamente adquirido luego de contratar Netflix. A punto de tomar una desición fue interrumpido nuevamente por el vibrar de su teléfono celular.

Nunca el brillo y resolución de su pantalla despertaron tanto estrés. Titubeó y al constatar que se trataba del mismo jodido y bromista número decidió apagar todos los aparatos. Decidió también ya no encender ese último cigarro y tratar con la vieja técnica. Conectar su reproductor mp3 con la pequeña bocina y escuchar su colección completa de “la mejor música para dormir profundamente”.

Aquella no fue la mejor de las noches. Despertó a intervalos irregulares de tiempo ya fuera por las recurrentes pesadillas o por la inflamación de su intestino. De tal manera que en la mañana ya esperaba con los ojos bien abiertos la aparición del sol. Se preparó el café,como siempre, encendió el cigarro matutino y cogió su maletín, las llaves y claro, su celular.

Ya se daba el último apretón de corbata, ya se miraba los zapatos. Activó su teléfono inteligente y accedió, como cada mañana su sección favorita: espectáculos.

Sus ojos se llenaron de lágrimas, sus manos se aferraron por inercia a su pecho y su maletín cayó escupiendo las carpetas y archivos notariales. Luego exclamó dolida y sinceramente ¡¡¡no!!!

La nota del día en la sección de espectáculos esa mañana rea nefasta “Beto Cuevas a muerto a manos de sus captores, su fan número uno no respondió a la llamada”

Un súbito espasmo intestinal lo despertó, y quel tipo, jadeante y sudoroso se tocaba el pecho, quella... no había sido una buena noche.